Pirracas tiene ya todos sus órganos internos completamente rejuvenecidos y en buen estado de revista. Su corazón palpita de nuevo con la misma fuerza de antaño, y está deseando salir otra vez a la carretera, a devorar kilómetros en días soleados. Me imagino que tiene curiosidad por saber cómo han cambiado el mundo y sus habitantes durante estos treinta años de profundo sueño, y ver de nuevo las calles de las ciudades y pueblos de España por las que solía pasear. Estoy seguro de que siente curiosidad por saber cómo son las motos y los coches de ahora, y que entre sus primeras nuevas correrías tiene en mente un viaje a la nostalgia, por ejemplo en la Casa de Campo de Madrid.
Sin embargo, le han salido unas arruguitas en la piel que le preocupan bastante, como preocuparían a cualquier dama que se dispone a presentarse de en sociedad después de tanto tiempo. Se mira de reojo por el retrovisor y se ve algunas manchas, algunas abolladuras que no estaban ahí y se preocupa muchísimo y se avergüenza de sí misma injustificadamente, porque a mis ojos sigue siendo increíblemente hermosa.
Del mismo modo en que la cirugía plástica acude en nuestro auxilio cuando lo necesitamos (aunque en la mayor parte de las ocasiones sea por simple vanidad), la tecnología y el buen hacer de chapistas y pintores están al alcance de Pirracas para devolverle su esplendor y hacerla brillar como la joya que siempre fue.
He pensado mil veces en este paso, consciente de que una parte importante del atractivo de las personas reside precisamente en las huellas que el tiempo ha dejado ellas. He pensado, por ejemplo, en Sofia Loren, en Brigitte Bardot, en Gina Lollobrigida o en Silvana Mangano, contemporáneas de Pirracas, y la elegancia suprema con llevaron los años y las décadas posteriores a su estrellato. En lo atractivas que estaban, o están, y en la admiración que despiertan allá donde van las que aún están con nosotros.
En resumidas cuentas, he tenido muchas dudas metafísicas sobre si trabajar o no la piel de Pirracas. Finalmente, e inspirado precisamente por el ejemplo de esas divas de la gran pantalla, decidí ir adelante también en ese aspecto. Al fin y al cabo, todas aquellas estrellas han pasado en un momento u otro por el quirófano para hacerse un “arreglito” estar más guapas en las galas de Cannes o la Berlinale, y yo no le iba a negar a Pirracas ese capricho. En realidad, ningún capricho parece fuera de lugar para esta dama especial.
Lo primero, desde luego, es desmontar cuidadosamente todas las piezas pintadas de la carrocería, el sistema de amortiguación, dirección, rodante, etc. Esto no es tarea fácil ya que hay un montón enorme de piezas a tener en cuenta tal y como nos indica el correspondiente Manual de Anatomía:
Aquí vemos a Pirracas en el reconocimiento preliminar. A continuación, todas las partes pintadas se pondrán bajo el chorro de arena para recibir después la capa de imprimación, así como las capas de pintura correspondientes.
El color elegido es, lógicamente, el “Verde Metallizzato 6002M” que corresponde a los modelos de 1951 y 1952, es decir, a Pirracas. En España lo llamábamos (o lo llamamos) “Verde Damasco”, que siempre me ha parecido un nombre muy bonito y evocador de aventuras y ambientes exóticos.
Aquí apreciamos ya los primeros efectos de esta fase de su rejuvenecimiento. La propia Pirracas no puede creerse lo espectacular del resultado:
En estas otras imágenes vemos aún con más claridad lo guapa que está quedando:
El tren delantero de Pirracas es también objeto de la atención cuidadosa del pintor, hasta el último detalle. El guardabarros ha quedado como un espejo:
Poco a poco todo va encajando en su lugar. Aquí tenemos ya montado el sistema de amortiguación anterior, listo para recibir la llanta y el resto del sistema:
El motor que veíamos terminado hace unos días también está instalado... Un momento especialmente emocionante en el regreso a la vida de Pirracas:
Ya va quedando menos para el gran momento, aunque aún faltan detalles importantes tales como cromados y zincados, así como algunos recambios esenciales para a las piezas de la carrocería que se habían deteriorado o perdido con el paso de los años.
Y este es ni más ni menos el punto en el que se encuentra Pirracas ahora. Como es lógico y natural yo estoy muy nervioso e ilusionado a la vez, como un chaval en víspera de Reyes aunque la sensación y la cantidad de sentimientos que se agolpan ahora, ante la inminencia del fin del proceso, son infinitamente complejos...
(continuará)