12 de abril de 2008, un buen número de personas que parece no tener otra cosa que hacer que montarse en sus viejos cacharros y salir a quemar gasolina por ahí, ha dormido mal por los nervios y por el ruido de los chaparrones que caían durante la noche. Es sábado, pero madrugan. Miran por la ventana, no para de llover. Buscan sus trajes de agua, se abrigan con ropas calentitas, se enfundan sus chupas recién compradas en el Lidl, arrancan su moto y se ponen en carretera.
En Vilagarcía de Arousa tres Lambrettas y cuatro Vespas esperan impacientes a que lleguen los Vespeinados de Vigo, un poco más tarde, la policía municipal, abre camino hasta el punto de encuentro a unas veinte Vespas que se colocan al lado de las que estaban esperando. Comienzan los saludos e inmediatamente un aguacero nos obliga a seguir saludándonos bajo unos soportales. En marcha que hay que cumplir horario.
La ruta hasta Compostela, mojada pero sin incidentes. Por Padrón caras de sorpresa y sonrisas cómplices al paso de la caravana. Al llegar a Santiago, en uno de los primeros semáforos en rojo, todos agrupados, un señor que pasea con su consorte, nos canta una de Celia Gámez sobre Vespa que me suena, pero no me sé.
Llegamos al punto de encuentro con los que vienen de Narón, Ferrol, Betanzos y nos recibe un chaparrón de agua que mejor no quitarte ni el casco. Los del norte no han llegado, por el móvil sabemos su situación y Chuleta de Vigo sale a su encuentro. No se nos ocurre mejor idea que aparcar las pepas en una zona de seguridad delante de la Xunta de Galicia en la que por supuesto está prohibidísimo parar. Empezamos a observar movimientos de nerviosismo en el servicio de seguridad, levantamos el vuelo y nos aproximamos a nuestro objetivo: La plaza del Obradoiro. Hacemos una espera a escasos cien metros y llegan Fixenoeu, Ricardo, Tomás, Marcos y Lucía que vienen a traer el relevo. Llama Chevi, de Ourense, que ya han llegado. Entonces es el momento de entrar en el Obradoiro.
Un paréntesis: para entrar en esa plaza si no es andando, en bici o a caballo que son las tres formas reconocidas de hacer la ruta jacobea, hay que pedir y obtener un permiso. Lo pidió Fixenoeu por el conducto reglamentario y no se lo dieron, lo pidió Nacho Mirás (¡la que te perdiste!), usando y abusando de sus influencias y tampoco lo consiguió. Estába claro que el Concello de Santiago de Compostela, no valoraba suficientemente la importancia y transcendencia del acto, no nos quedaba otra solución que demostrárselo con decisión.
Y así se hace, casco a la cabeza, moto encendida y en tropel a la plaza... hasta la entrada, donde un guardia municipal nos corta el paso. Mire usted señor guardia, ¡Que no!. Hombre que venimos de..., ¡Que no!. Jo, anda porfa, ya te vale... ¡Que no!. Pues queremos hablar con tu jefe (con un par). Tira, afloja, vuelve a tirar, y por fin motos apagadas y cinco minutos.
Apagamos motos, entramos empujando y cantando "A Belén va una burra rin, rin". Nos colocamos en el centro de la plaza empieza la sesión fotográfica y oficializamos el relevo entre Narón y Vilagarcía, de repente... ¡Una boda!. Juan chuleta, ni lo piensa, empapado, sale corriendo y con su mejor sonrisa, le ofrece su brazo a la novia y la trae hacia nuestro grupo, fotos de la novia sobre una Lambretta y el resto escoltando, se acercan los invitados y el contraste es impresionante, vestidos carísimos de ceremonia mezclados con moteros mojados envueltos en plásticos y ropas de rebajas. Una escena esperpéntica que Don Ramón María del Valle Inclán aprueba con una sonrisa.
Después se acerca un tipo (relaciones públicas, supongo) y nos dice, podéis fotografiaros con los hombres G, que están aquí al lado. Respuesta inmediata, "vale si quieren, que vengan a fotografiarse con nosotros" y así es, los famosos, vienen hasta nuestro grupo y se hacen fotos con nosotros. A todo esto Zapatones, con su sempiterno traje de peregrino y que ha visto pasar por allí a medio mundo, goza como un niño entre tanta Vespa, tanta Lambretta y tanto motero empapado y feliz. ¿Y los cinco minutos?, se transformaron en algo más de media hora, salimos empujando las burras y dándole las gracias al policía.
Venga, a comer. O Dezaseis nos espera con un caldo gallego, una merluza a la gallega, carne o caldeiro y tarta de Santiago. Menú enxebre y autóctono. Gracias Suso. Treinta y ocho comensales gozamos de nuestra mutua compañía, nos conocemos un poco mejor y prometemos hacer más como esta. A la salida del papeo, en medio de otro diluvio, llega Damian Vespadicto con su moza y se suman a lo que queda de etapa. Despedimos a los del norte y a los ourensanos y nos encaminamos a Vilagarcía, por el camino llueve, ¡coño, cómo llueve!. La moto de César, en la subida de Milladoiro pega un par de explosiones y se para. Cambio de bujía y p'alante. Sigue lloviendo, la rueda delantera parece la proa de un barco desplazando el agua. Llegando a Pontecesures, la Vespa de César dice que no se moja más y que en la furgoneta, con los colchones se está más calentito. Eduardo de Vilagarcía sonríe con picardía y dice que cascan las nuevas pero las viejas y las Lambrettas no se paran.
Entrando en Vilagarcía, nos espera alguna Vespa más que no pudo venir y todos entramos en la explanada del auditorio donde nos espera el concelleiro de cultura para firmar la entrega del relevo a los de Vigo. Prensa, televisión y 26 Vespas y Lambrettas, son testigos del acto.
Despedimos a los vigueses que se llevan el testigo y entonces ya solos, empezamos a darnos cuenta del día tan especial que hemos vivido. No ha sido una concentración normal, ha sido un día emocionante, lleno de vivencias, de nuevos amigos y sin incidentes. El clima lo ha hecho aún más épico. Y al lado de tantos días en los que sólo pasa el tiempo, este ha sido uno de los que hacen que valga la pena haber estado allí y sobre todo haber disfrutado de la compañía de tantos amigos.
Voy a terminar con una confidencia: cuando me apunté para hacer esta etapa, creí que tendría que hacerla solo hasta encontrarme con fixenoeu que estaba pensando algo similar. No podíamos imaginarnos que nuestro encuentro iba a ser tan bien acompañados. Gracias a todos.
¡Hasta la próxima!